Irán Teherán: La odisea dorada de Bahram: El tesoro olvidado del Golfo Pérsico
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En las nieblas opalescentes del siglo XII, en Teherán, una ciudad bulliciosa, donde los aromas de las especias y los colores extravagantes de los bazares competían con la delicadeza de los tejidos bordados, un chacal llamado Bahram vagaba por las sinuosas calles. Contemplativo y curioso, este animal, de ojos chispeantes, no se contentaba con su vida de merodeador. Un espíritu de aventura ardía dentro de él, llevándolo a soñar con horizontes lejanos, tesoros enterrados e historias resonantes de las maravillas de Oriente. Un día, mientras el sol incendiaba las cúpulas de las mezquitas, Bahram vio a un grupo de marineros que regresaban en barcazas decoradas con ricas telas y curiosidades. Su historia despertó en él un deseo irresistible: una isla misteriosa, escondida en el Golfo Pérsico, donde se decía que un tesoro inconmensurable aguardaba a aquellos que se atrevieran a atreverse. Este tesoro sería la opulencia de un rey, un océano de oro, joyas relucientes y culturas olvidadas.Lleno de ardor, Bahram, disfrazado de viajero intrépido, abandonó Teherán. Sus pasos lo llevaron a la resplandeciente costa del golfo, donde las olas susurraban antiguos secretos. En un pequeño bote navegó hacia la isla que sólo se podía ver en mapas amarillentos por el tiempo. El viento aullaba, arremolinándose a su alrededor, como si intentara desanimar al viajero. Pero Bahram, en su corazón, sabía que le esperaba una búsqueda del tesoro.A medida que nos acercábamos a la isla, aparecieron formas traslúcidas en el horizonte. Emergió de las olas como un espejismo, envuelto en exuberante vegetación y palmeras ondulantes. La arena era fina y brillante, salpicada de extrañas huellas de animales, como promesas de misterios por desenterrar. Bahram aterrizó en esta tierra virgen donde el aroma de flores tropicales inundó sus fosas nasales.La isla, tremendamente hermosa, era pacífica, pero a lo lejos, sobre una colina empinada, se alzaban las ruinas de un antiguo templo, con las marcas de civilizaciones olvidadas. Las piedras, carcomidas por el tiempo, aún susurraban leyendas de antiguos reyes y esclavos en busca de libertad. Bahram, intrigado, decidió escalar esta colina, con el corazón latiendo al unísono con la promesa del tesoro escondido.En la cima, cuya vista dominaba el vasto horizonte, el chacal descubrió una cripta subterránea, oscurecida por la hiedra y las zarzas. Impulsado por su curiosidad, se aventuró hasta allí, su respiración se aceleró a medida que avanzaba en la oscuridad. La luz de las antorchas, que tuvo la suerte de encontrar en el camino, danzaba sobre las paredes pintadas con frescos, contando las hazañas de los antiguos aventureros. Uno de los frescos le llamó especialmente la atención: el de un príncipe, con una corona resplandeciente, rodeado de los tesoros que había acumulado. En un rincón oscuro de esta cripta olvidada, Bahram encontró una puerta de madera maciza, decorada con símbolos misteriosos. Con un empujón decidido, la abrió, dejando al descubierto una inmensa habitación, bañada por una luz dorada que se filtraba a través de rendijas. Y allí, ante él, yacía una modesta pila de relucientes monedas de oro y piedras preciosas relucientes, desafiando la gravedad de los siglos.Bahram, coronado de felicidad, supo que esta fortuna no era sólo un botín, sino una recompensa por la audacia que había demostrado. Lleno de oro y joyas, decidió regresar a Teherán, no sólo para disfrutar de sus riquezas, sino también para compartir sus historias de aventuras con los niños del barrio, fascinándolos con sus relatos de islas misteriosas y tesoros legendarios.Su regreso fue celebrado y, como un rey, Bahram se convirtió en el orgullo de Teherán, un símbolo de aventura y coraje. El chacal, con su rostro dorado y sus ojos brillantes de sagacidad, se convirtió no sólo en un simple animal callejero, sino en un narrador de historias épicas, un hacedor de mitos, demostrando que incluso uno solo, aunque modesto, podía transformar su mundo a través del poder. de sueños y búsquedas intrépidas.Así, con las estaciones, los recuerdos del viaje de Bahram se mezclaban en el viento, susurrados de generación en generación, mientras Teherán seguía creciendo, envuelta en sus misterios y maravillas, donde en cada esquina resonaban los murmullos de los aventureros de antaño.
Aquí hay siete cosas que hacer en Teherán, todas accesibles en metro:
1. **Sube a la Torre Milad (Borj-e Milad)**
- **Estación de metro**: Shahrak-e Gharb (línea 1)
- La sexta torre de telecomunicaciones más alta del mundo ofrece una impresionante vista panorámica de Teherán. En su interior encontrarás un restaurante, un hotel y un centro cultural.
2. **Visita la Torre Azadi (Borj-e Āzādi)**
- **Estación de metro**: Azadi (línea 4)
- Un símbolo icónico de la ciudad, esta torre es un monumento histórico y un lugar perfecto para tomar fotografías.
3. **Explora el Palacio de Golestán**
- **Estación de metro**: Panzdah-e Khordad (línea 1)
- Este palacio, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es una obra maestra arquitectónica rodeada de exuberantes jardines.
4. **Caminata por el parque Laleh**
- **Estación de metro**: Laleh Park (línea 2)
- Un agradable espacio verde en el centro de la ciudad donde relajarse y disfrutar de las fuentes y esculturas.
5. **Visita el Museo de las Joyas de la Corona**
- **Estación de metro**: Panzdah-e Khordad (línea 1)
- Este museo alberga algunas de las colecciones de joyería más valiosas del mundo, incluidas coronas y diamantes.
6. **Descubre el Mausoleo de Jomeini**
- **Estación de metro**: Imam Jomeini (línea 1)
- Este vasto complejo es un lugar de peregrinación e historia, con una arquitectura impresionante y extensos jardines.
7. **Subir al Monte Tochal**
- **Estación de metro**: Tajrish (línea 1), luego tomar el teleférico
- Ofreciendo vistas espectaculares de Teherán, este pico es perfecto para los entusiastas del senderismo y ofrece un escape a la naturaleza.
Estas actividades te permitirán explorar la riqueza cultural e histórica de Teherán mientras disfrutas de la comodidad de la red de metro.
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