Irlanda: Noche de brujas en Dublín

 


En una noche irlandesa de Halloween, cuando el cielo se oscurece y las sombras se alargan, la ciudad de Dublín se enciende bajo el brillo de las linternas parpadeantes. Los adoquines húmedos de las calles estrechas resuenan bajo los pies de los transeúntes, una melodía de susurros como una canción antigua mezclada con el viento. Allí, el río Liffey, de color negro lechoso, refleja las crepitantes luces de la calle y el pálido resplandor de la luna, mientras siluetas furtivas se deslizan por sus orillas, un espejismo de los espíritus de otro siglo.  Los barrios antiguos, con sus desgastadas casas de ladrillo y tejados de pizarra, parecen vivos. Las ventanas, decoradas con telarañas, parecen observar, con grandes ojos de cristal. Las criaturas de la oscuridad se agolpan a su alrededor, sus susurros ahogados por la atmósfera intrigante. En cada esquina, las gárgolas que vigilan las fachadas de las iglesias parecen dispuestas a alzar el vuelo, mientras flota en el aire el dulce aroma de las manzanas y la canela, que recuerda a los mercados de otoño.
En Thomas Street, una pequeña taberna invita a las almas perdidas. En el interior, las paredes están cubiertas de antiguos retratos de brujas, cuyas miradas penetrantes parecen escudriñar a los clientes con malicia. Sentados alrededor de mesas de madera oscura, los grupos charlan en voz baja, intercambiando historias de fantasmas y ritos olvidados. La atmósfera es eléctrica, imbuida de una emoción palpable.  No muy lejos, el Jardín de San Patricio extiende sus brazos como para proteger algunos de sus oscuros secretos. Sombras errantes se deslizan a través de él, y los robles centenarios, como guardianes resignados, susurran historias olvidadas. Las hojas caen bailando en un ballet desordenado llevadas por el viento y se mezclan con los murmullos de las almas que regresan.
Y más allá, en las calles adoquinadas de Temple Bar, las risas de niños disfrazados de fantasmas y monstruos se mezclan con las de los adultos que luchan contra la melancolía de la noche. Los acentos irlandeses florecen y resuenan como encantamientos. Los frágiles faroles de calabaza iluminan los lugares donde las brujas recogen sus ingredientes: hierbas y pociones en viejos frascos polvorientos.  La noche se espesa y, en las colinas circundantes, la silueta del Castillo de Dublín se alza majestuosa, su sombra proyecta un velo siniestro sobre la ciudad, guardiana de las historias antiguas y de lo desconocido. En este escenario, las brujas se afanan en preparar su mezcla: una pizca de picardía, una gota de misterio y carcajadas a la luz de las velas crepitantes. Escudriñan los cielos, esperando el momento en que los límites entre su mundo y el de los vivos se desdibujen.
Por estas calles cargadas de historia, pronto, las almas errantes se sumarán al macabro banquete de las brujas. Porque en esta noche donde lo ordinario se tiñe de lo sobrenatural, la ciudad de Dublín se revela como un cuadro (mundo) vibrante donde el pasado y el presente se encuentran, donde todos, unidos por la magia de la noche, se convierten en actores de una historia infinita. 




7 lugares para ver cerca de Dublín:
1. **Trinity College**: Hogar del Libro de Kells. Estación de metro: Abbey Street.
2. **Castillo de Dublín**: Antigua residencia real con jardines. Estación de autobuses: Calle del Castillo.
3. **Grafton Street**: animada calle comercial. Estación de metro: St. Stephen's Green.
4. **San. Catedral de San Patricio**: Magnífica catedral rodeada de jardines. Estación de autobuses: calle Clanbrassil.
5. **Temple Bar**: Distrito cultural y artístico. Estación de metro: Abbey Street.
6. **Kilmainham Gaol**: Antigua penitenciaría con un rico pasado histórico. Estación de autobuses: Inchicore Road.
7. **Phoenix Park**: Uno de los parques urbanos más grandes de Europa. Estación de autobuses: calle Parkgate.

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